Mi experiencia en Lampedusa.


El viaje a Lampedusa fue algo que causó en mi una serie de sentimientos que no solo fueron difíciles de digerir, sino de agrupar y adecuar a mi forma de ver el mundo como persona. Conocimos a un grupo pequeño de personas pero que individualmente eran increíblemente grandes. Fue muy poco el tiempo del que dispusimos para hablar con ellos, sin embargo ese tiempo perdurará en nuestros pensamientos y modo de actuar el resto de nuestra vida.

Hoy en día hay millones de personas que necesitan nuestra ayuda, sin embargo seguimos fomentando el egocentrismo y viviendo en una burbuja en la que hay una felicidad recubierta de hipocresía.

Nadie se merece nacer en una situación con la que no se siente involucrado, debemos tender nuestra mano. Ya sea concienciando, donando o simplemente mirando más allá de nuestro ombligo. Jamás alguien como yo conseguiría empatizar lo suficiente con alguien como los supervivientes del naufragio del 3 de octubre de 2013 en el Mediterráneo.

No es solo el simple hecho de haber luchado por sus vidas. También perdieron seres queridos, se alejaron de sus familias y amigos y a día de hoy lloran cuando recuerdan ese fatídico “accidente”. En el viaje no solo nos llevamos con nosotros los sueños de estas personas, también recibimos charlas de concienciación y conocimos a otros estudiantes que compartían unas mismas inquietudes y la necesidad de ayudar.

Este viaje fue algo más allá de una experiencia. Fue inspiración, admiración y sobre todo motivación para lograr un futuro lleno de oportunidades e igualdad.